“Decían que el Metropolitano se iba a caer por ese poco de gente”
A 30 años del día de la inauguración, un aficionado recuerda el día que el Metro abrió sus puertas.
Transcurría la mañana del 11 de mayo de de 1986 cuando un inquieto joven, de 21 años, corría desesperado por los alrededores de la calle Murillo, preguntando aquí y allá dónde podía conseguir una boleta en reventa para poder asistir al duelo inaugural del estadio Metropolitano entre los combinados de la Selección Uruguay y Junior.
El muchacho, muy joven Álvaro Lora Cuevas, hoy en día un conocido dirigente deportivo, no podía contener el desespero que le significaba no poder ingresar al recién terminado Estadio Metropolitano Roberto Meléndez.
“Yo he sido muy aficionado al fútbol desde los 11 años, cuando mi tío Sebastián me enseñó a ir al estadio Romelio Martínez. Mi papa murió muy pequeño y los que hacían de papá era los tíos”, reseñó Lora.
Una década pasó desde su primera vez viendo a Junior, al día que por fin el nuevo escenario deportivo de la ciudad abriría las puertas.
“A los 21 que ya sabía que venía el Metropolitano, todo lo que significaba para la ciudad y para los hinchas. Yo estaba muy emocionado por la idea del estadio”.
Álvaro recuerda que por esos días la cifra de 60 mil aficionados era tan escandalosa que simplemente algunos no creían que esto fuera posible. Menos en una ciudad donde las edificaciones nunca habían alcanzado tales nivel de aforo.
“La emoción por ir era demasiado grande, a pesar de las conjeturas que se hacían de que se iba a caer por el poco de gente”, remarcó Lora Cuevas.
Sin embargo, ese deseo se lo encontró en la puerta del estadio, sin boleta y con el reloj en contra.
“Me quedé esperando la boleta de mi tío”, manifestó al decir que siempre tuvo la ilusión que ellos le regalaran para el evento, que era el más esperado por la ciudad.
“Yo tenía el plan B, que era tomar todo el producido de la semana de mi trabajo como mensajero y, sin importar que tuviera que pagar otras cosas, irme para donde un revendedor”, narró.
Así, mientras la Uruguay de Enzo Francescoli calentaba y el Junior de Didí Valderrama tomaba su punto para dar un gran espectáculo, Álvaro corría desesperado por la Murillo. Hasta que encontró uno, que le cobró por está vida y la otra.
“La boleta para la entrada de oriental costaba 400 pesos. Yo pagué 800 pesos y eso era más o menos platica. La compré el mismo día. Yo no quería quedarme por fuera. Como entré tarde me tocó en la parte de arriba, en oriental pegado a norte”.
La boleta, que aún es conservada por Álvaro, tiene como número de serie 20399, y en el respaldo la leyenda "Barranquilla va pa' arriba con el Metropolitano".
Álvaro recuerda la sensación que le llenó los ojos y la moción que casi le reventó el pecho tan pronto dio los primeros pasos por los escalones que lo llevaron desde el pasillo a la tribuna, tras subir por los modernos caracoles, unas rampas en forma de espiral que emocionaban a los hinchas.
“Fue un momento lleno de emoción entrar y ver el estadio. Me causó mucha impresión. Los caracoles para subir eso era una emoción. Ya cuando se acabó el partido era impresionante la cantidad de gente como bajaba. Uno no sabe si se disfrutaba más el partido o de la cantidad de gente de nunca se había visto reunida. Imagínense, acostumbrado al Romelio, que era pequeño”.
Aquella tarde, en la cual, Junior perdió 2-1 con Uruguay, el momento de éxtasis llegó con el gol de José ‘La Perilla’ Ángulo, fue la primera vez que tembló el ‘Metro’.
“Recuerdo el gol de Francescoli que fue en norte. A uno nunca le gusta perder y Junior iba perdiendo. Cuando el ‘Perilla’ Ángulo metió el gol del descuento fue muy emocionante, ver todo ese publico saltando. Fue increíble”.
Hoy en día, el Metropolitano, remozado con silletería y con modificaciones en su aforo, sigue teniendo la misma capacidad de impresionar a los aficionados. De conmocionar por su majestuosidad. De convertir al más incrédulo a la religión del fútbol. Es el templo mayor de balompié colombiano, y los hinchas como Álvaro aprecian que es el único escenario donde cabe todo un país.